viernes, 26 de julio de 2019

Emociones positivas

las emociones positivas y su relación con la salud

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Considerando que la salud es algo más que la ausencia de enfermedad y que las emociones positivas son también algo más que la ausencia de emociones negativas, es posible plantear la utilidad de las emociones positivas para prevenir enfermedades, para reducir la intensidad y duración de las mismas y también para alcanzar niveles elevados de bienestar subjetivo (Lyubomirsky, King y Diener, 2005). Que las emociones positivas se relacionan con el nivel de bienestar subjetivo o felicidad no es una afirmación sorprendente, sin embargo afirmar que prolongan la vida sí lo es y requiere de pruebas más consistentes.
 En esta línea, un sorprendente estudio que además reúne condiciones de control experimental excelentes, analizó el estado de salud y la longevidad de 180 monjas que en 1932, justo antes de ingresar en una orden religiosa, escribieron breves relatos autobiográficos sobre sus vidas y sobre lo que esperaban del futuro (Danner, Snowdon y Friesen, 2001). Este estudio ha puesto de manifiesto que, dadas las condiciones homogéneas en las que todas las monjas habían vivido, la única variable a la que se podían atribuir las diferencias observadas en su estado de salud y en su longevidad era la presencia de emociones positivas en los antiguos relatos. Las monjas que reflejaron en sus escritos emociones positivas (alegría, anhelo, felicidad) gozaban de mejor estado de salud y vivían una media de diez años más que aquellas que prácticamente no expresaron emociones. 
El 90% de las monjas del grupo más alegre seguía viviendo a los 85 años en contraste con el 34% del grupo menos alegre. En otro importante estudio se evaluó el estado de salud y el estado emocional de 2.282 sujetos de más de 65 años y se les hizo un seguimiento durante dos años. Los resultados mostraron que la experiencia de emociones positivas protegía a las personas mayores de los efectos más negativos del envejecimiento y de la incapacidad y, lo más importante, predecía con éxito quienes vivirían y quienes morirían (Ostir, Markides, Black y Goodwin, 2000).
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Un posible mecanismo explicativo de este efecto protector de la salud es el que plantea la hipótesis de que las emociones positivas deshacen los efectos fisiológicos que provocan las emociones negativas (Fredrickson, 1998, 2003). Una tendencia de respuesta específica asociada a la experiencia de emociones negativas es el incremento de la actividad cardiovascular (presión sanguínea, frecuencia cardiaca, vasoconstricción periférica), que sostenida en el tiempo se relaciona directamente con numerosas enfermedades. Varios estudios experimentales han puesto de manifiesto que la recuperación cardiovascular en personas que habían visto extractos de películas de terror, es decir, que habían experimentado miedo, era más rápida cuando posteriormente veían extractos que suscitaban alguna emoción positiva (alegría o sorpresa) que cuando veían películas emocionalmente neutras o que suscitaban tristeza (Fredrickson y Levenson, 1998) y que los sujetos que espontáneamente sonreían mientras veían un extracto de película triste se recuperaban unos 20 segundos antes que los que no sonreían nunca.


LAS EMOCIONES EN LOS SERES HUMANOS

Qué son las emociones?

Si nos vamos al origen etimológico de la palabra emoción, el latín “emovere”, nos encontramos con que es una tendencia hacia la acción. Por eso mismo, las emociones son las responsables de que nos acerquemos a una persona o a una situación concreta, o de que nos alejemos de ella. Las emociones son una tendencia a actuar, y muchas veces se activan por alguna de nuestras impresiones, que se quedan grabadas en el cerebro, o a través de los pensamientos, provocando un estado fisiológico en nuestro cuerpo. Así, las emociones pueden ser uno de los elementos clave para aumentar la autoestima, pero también son capaces de producir en nosotros una sensación incómoda.
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Tenemos tendencia a que las emociones proceden de nuestro corazón, pero esto no es así. El lugar de las emociones está en el cerebro, es el que determina si actuaremos de una u otra manera. Otro error bastante habitual era pensar que cada persona tenía sus propias emociones. Sin embargo, cada vez está más claro que todos compartimos las mismas emociones. Son algo innato, que no se aprende. Otra cosa es cómo gestionamos las emociones, cómo somos capaces de expresarlas y cómo nos afectan. Ahí sí que somos totalmente diferentes.
Muchas veces se acostumbra a clasificar las emociones en buenas y malas, en positivas o negativas, lo que nos puede inducir al error. No hay unas emociones mejores que otras, sino que nos dejamos llevar por unas con más facilidad que por otras. Alegría, tristeza, culpabilidad, ira o rabia y miedo son las emociones más habituales, las que muchas veces se identifican como emociones básicas. Cada una tiene su función, su misión, y las emociones aunque no lo creamos también se ven influenciadas por los pensamientos, y todas ellas comparten una finalidad.

Para qué sirven las emociones

Cuando pasa algo que escapa a nuestro control, reaccionamos a partir de una interpretación fugaz marcada por las emociones. En este sentido, las emociones juegan un papel adaptativo, social o motivacional. Si nos fijamos en la función adaptativa de las emociones, deberíamos dejar de reprimir las emociones porque una vez superado este paso veremos que nos ayudan a enfrentarnos a nuestros retos, a una mejor adaptación a las circunstancias y a la gestión de las situaciones que nos plantea la vida. En resumen, las emociones nos ayudan a dirigir nuestros actos hacia un fin determinado.
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El rol social de las emociones nos hará cubrir las necesidades de socialización de las personas, es la búsqueda del contacto físico que tanto necesitamos. Finalmente, en el aspecto motivacional las emociones ayudan a ejercer una actividad con un objetivo y una intensidad determinados. Así, ante algo que te produce alegría actuarás de forma más acelerada e interesada que cuando te ves obligado a desarrollar una actividad que te produce tristeza, que puede conducirte a intentar aislarte.

Tipos de emociones

Ocho tipo de emociones 

Existen distintos tipos de emocione, a continuación puedes encontrar una lista con una breve explicación de cada una de ellas. Ten en cuenta, sin embargo, que no se trata de una clasificación definitiva, ya que ninguna plasmará al 100% cómo se agrupan y se relacionan entre sí las emociones; simplemente, es una clasificación útil.
 
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1. Emociones primarias o básicas

Las emociones primarias también se conocen como emociones básicas, y son las emociones que experimentamos en respuesta a un estímulo. Para Paul Ekman, las afirmó que las emociones básicas son 6: tristeza, felicidad, sorpresa, asco, miedo e ira. Todas ellas constituyen procesos de adaptación y, en teoría, existen en todos los seres humanos, independientemente de la cultura en la que se hayan desarrollado.
1. Emociones primarias o básicasSin embargo, recientemente, una investigación llevada a cabo por la Universidad de Glasgow, que se publicó Current Biology, concluye que no son seis las emociones básicas, sino que son cuatro.

1. Emociones primarias o básicas2. Emociones secundarias

Las emociones secundarias son un grupo de emociones que siguen a las anteriores. Por ejemplo, cuando experimentamos la emoción básica de miedo después podemos sentir las emociones secundarias de amenaza o enfado, dependiendo, claro está, de la situación que estemos viviendo. Las emociones secundarias son causadas por normas sociales y por normas morales.
Emociones: clasificación y descripción de todas las emociones humanas (listado completo)

3. Emociones positivas

Dependiendo del grado en que las emociones afectan al comportamiento del sujeto, éstas pueden ser o bien positiva o bien negativas. Las emociones positivas también se conocen como emociones saludables, porque afectan positivamente al bienestar del individuo que las siente. Favorecen la maner a pensar, de razonar y de actuar de las personas. Por ejemplo, la alegría, la satisfacción, la gratitud no provocan una actitud positiva frente a la vida y nos hacen sentir experiencias que nos ayudan a sentirnos bien.

4. Emociones negativas

Las emociones negativas son opuestas a las emociones positivas, porque afectan negativamente al bienestar de las personas. También se conocen como emociones tóxicas, y suelen provocar el deseo de evitarlas o evadirlas. El miedo o la tristeza son algunos ejemplos.


5. Emociones ambiguas
Las emociones ambiguas se conocen también como emociones neutras, puesto que no provocan ni emociones negativas ni positivas, ni saludables ni no saludables. Por ejemplo, la sorpresa no nos hace sentir ni bien ni mal.
La existencia de estas emociones deja claro que somos animales complejos, y que nuestras experiencias presentan muchos matices.

6. Emociones estáticas

Algunos autores también han hecho referencia a las emociones estáticas. Son aquellas que se producen gracias a distintas manifestaciones artísticas, como por ejemplo: la música o la pintura. 
Así, al escuchar una canción podemos sentirnos muy felices o muy tristes, pero esa sensación sería cualitativamente diferente a la felicidad o la tristeza que se experimenta ante cualquier otra experiencia, ya que se vive en un contexto artístico, mediado por símbolos y atribuciones sobre las intenciones del autor.

7. Emociones sociales

Las emociones sociales no se refieren a las emociones culturalmente aprendidas, sino que es necesario que haya otra persona presente o de lo contrario no pueden aflorar. Por ejemplo, la venganza, la gratitud, el orgullo o la admiración, son emociones que sentimos respecto a otros individuos.

8. Emociones instrumentales

Las emociones instrumentales son aquellas que tienen como fin u objetivo la manipulación o el propósito de lograr algo. Son complicadas de reconocer porque puede parecer que sean naturales. Sin embargo, son emociones forzadas y esconden una intención. En ocasiones, son fruto de la auto-sugestión: someterse a ciertos contextos voluntariamente para hacer que una parte de esa emoción tiña nuestra forma de comportarnos.






La educación emocional en la familia

¿Qué significa educar emocionalmente en el entorno familiar? 

La implicación de la familia es clave para la educación emocional de los hijos e hijas. Educar emocionalmente significa desarrollar competencias emocionales. Y la mejor forma de hacerlo es desde la emoción. Para desarrollar competencias emocionales en los niños es imprescindible que primero se formen emocionalmente los educadores (personal docente y familias). Éstos son los primeros que deben formarse para manifestar competencias emocionales en su comportamiento, ya que las personas jóvenes aprenden más por lo que ven hacer que por lo que se les dice que hagan. Las personas adultas son un modelo de comportamiento para los más jóvenes. Se trata de conseguir el desarrollo de las competencias emocionales de los adultos como motor de desarrollo de los niños y jóvenes. 

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La educación de las competencias emocionales en la familia tiene como objetivo final conseguir un hogar caracterizado por la paz, la armonía y la felicidad. Y todo ello se puede alcanzar si sus miembros gozan de bienestar personal y sus relaciones con el resto de miembros de la familia son satisfactorias y positivas. Se trata de proporcionar y poner en práctica en el día a día, técnicas y recursos específicos, simples, prácticos y cotidianos para padres e hijos y conseguir así vivir de forma más positiva con la familia y reducir efectos negativos de algunas emociones, como la ira o el estrés.

 Ayudar al desarrollo emocional de nuestros hijos, significa prepararlos para el presente y para el futuro, implica ayudarles a desarrollar, entre otros: la conciencia emocional, la regulación de sus emociones (controlar las negativas y generarse emociones positivas), la autoestima y autonomía emocional, el sentido de la responsabilidad, la tolerancia a la frustración, la aceptación de los límites y los fracasos, etc. “La vida en familia supone nuestra primera escuela para el aprendizaje emocional: en tan íntimo caldero aprendemos qué sentimientos abrigar hacia nosotros mismos y cómo reaccionarán otros a tales sentimientos; cómo pensar acerca de esos sentimientos y qué elecciones tenemos a la hora de reaccionar; cómo interpretar y expresar esperanzas y temores. 

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¿Cuándo debería empezar la educación emocional en la familia?

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La educación emocional empieza antes de nacer. Debería empezar desde el momento en que la madre es consciente de que está embarazada y va a tener un hijo. El embarazo representa uno de los cambios vitales más importantes en la vida de una mujer, tanto desde el punto de vista fisiológico como también desde el emocional.
Cuando la madre sufre prolongadamente estrés y éste se vuelve crónico, sus efectos pueden afectar tanto a la madre como al hijo ya que el cortisol consigue atravesar la barrera de la placenta. Aunque aún quedan bastantes dudas para resolver, en estas investigaciones se está demostrando que cuanto más alto es el nivel de cortisol en el líquido amniótico que rodea al bebé, más bajo es el CI del bebé, por tanto, esto empieza a ser una prueba que estos niveles de cortisol afectan al cerebro del bebé y como consecuencia también a su aprendizaje. 
Estas investigaciones y sus resultados justifican la necesidad de programas de educación emocional dirigidos a futuros padres y madres. La educación emocional puede ser muy útil, por ejemplo, para reducir el nivel de estrés de la futura mamá a través del aprendizaje y práctica de diferentes técnicas de relajación y respiración.
Es muy importante la relación de la madre con la pareja y la implicación de ésta en los programas de educación emocional. Una pareja emocionalmente cruel puede ser una causa de infelicidad y estrés para la futura madre. Por tanto, el papel de la pareja es crucial ya que puede ayudar a que la madre sea feliz. 
Mejorando el estado emocional de la mujer embarazada se podría mejorar la salud de la sociedad presente y futura.

¿Cómo llevar a la práctica un programa de educación emocional en la familia?

La educación emocional en las familias se puede llevar a la práctica a través de estrategias formativas diversas. En concreto, podemos distinguir dos dimensiones en la intervención con familias: UÊ En la escuela: A partir de acciones presenciales como conferencias, talleres, seminarios, etc. Un marco apropiado es el “espacio familiar”, también conocido como “escuela de madres y padres” y “escuela familiar”. Tradicionalmente se ha denominado “escuela de padres”. UÊ A distancia: partir de actividades que se realizan en casa. Estas actividades se pueden recomendar y comunicar a través de documentos diversos (libros, revistas, artículos, Internet, etc.).
El espacio familiar debería ser una actividad formativa complementaria de la educación formal. La educación en la infancia y adolescencia, debe complementarse con la formación de sus respectivas familias. El centro y las familias deben cooperar en un objetivo común. Las actividades que se proponen a continuación están diseñadas para llevarlas a cabo desde la escuela, en un espacio de formación dirigido a familias. La finalidad de las actividades es facilitar recursos a las familias, con la intención de ayudarles en su crecimiento personal, para que así puedan ayudar mejor al desarrollo integral de sus hijos. Los objetivos que se proponen estas actividades son: 
  • Ayudar a los padres a conocer mejor sus emociones y las de sus hijos 
  • Capacitar para legitimar nuestros sentimientos y no negarlos 
  • Aprender a expresar las emociones apropiadamente: reír, llorar, a estar enfadado, etc. 
  • Capacitar para la gestión positiva de las emociones 
  •  Desarrollar y fortalecer la autoestima 
  • Comprender mejor a los hijos y sus comportamientos (de acuerdo con su etapa evolutiva) 
  • Desarrollo de la escucha activa y empatía 
  • Capacitar para poner límites 
  • Capacidad para comunicarse con asertividad 
  • Sensibilizar sobre la importancia de la educación emocional a lo largo de todo el ciclo vital 
  • Tomar conciencia de la responsabilidad como educadores emocionales 
  • Aportar recursos para conseguir el bienestar emocional 
  • Aprender a vivir en positivo















Inteligencia emocional y clima escolar


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Las relaciones en el aula son múltiples y entre ellas pueden mencionarse: las que se establecen entre profesores, entre profesores y familias de los estudiantes, entre profesores y estudiantes, y finalmente entre los propios estudiantes. Sin embargo, para los efectos de este estudio interesa ahondar en el estudio entre alumno-alumno. 

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Las relaciones tanto en el centro escolar como en el grupo aula, pueden promover un buen clima social-relacional o por el contrario pueden causar malestar, desconfianza y agresividad y en consecuencia, promover un clima social negativo que puede inhibir el éxito académico. Desde los modelos de inteligencia emocional se hace énfasis en las habilidades interpersonales. Las personas emocionalmente inteligentes no sólo serán más hábiles para percibir, comprender y manejar sus propias emociones, sino también serán más capaces de extrapolar sus habilidades de percepción, comprensión y manejo de las emociones a los demás. 
Esta teoría proporciona un nuevo marco para investigar la adaptación social y emocional, puesto que la inteligencia emocional jugaría un papel elemental en el establecimiento, mantenimiento y calidad de las relaciones interpersonales. Los estudios realizados en esta línea parten de la base de que un alumno con alta IE (inteligencia emocional) es una persona más hábil en la percepción y comprensión de emociones ajenas y posee mejores habilidades de regulación propias.
Las habilidades sociales tienden a ser recíprocas, de tal manera que la persona que desarrolla y posee unas competencias sociales adecuadas con los demás es más probable que reciba una buena consideración y un buen trato por la otra parte, sin olvidar que el apoyo social ayuda a regular el impacto negativo de los estresores cotidianos.